“Sean
humildes y amables, sean comprensivos y sopórtense unos a otros con amor.”
Efesios 4,2
El apóstol
Pablo nos hace una hermosa y fuerte exhortación. Nos indica qué debemos hacer
para ser dignos de la vocación a la que hemos sido llamados. Pero sobre todo
porque, todos y cada uno de nosotros que creemos en Dios y en Jesús nuestro
salvador, debemos hacer que la vocación de cada uno trabaje en la construcción
del Cuerpo único. Ese Cuerpo del cual Cristo es la cabeza y cada uno de
nosotros sus miembros. Todos unidos por un mismo espíritu.
Al mismo tiempo, sus palabras son fuertes
porque éste llamado a vivir en el amor de Dios a veces es difícil en un mundo
tan desordenado y en ocasiones de espaldas a Él. La sociedad en la que vivimos
necesita que seamos sal y luz del mundo como nos dice la Palabra. Necesita ver
y sentir que Cristo está vivo a través de nosotros. Ser humildes y amables, así
como nos enseñó Jesús, aún en esta sociedad inmersa en materialismo y
rivalidades. Ser comprensivos y soportarnos unos a otros, esto es vital para
una sociedad de paz. Qué muchas veces nos hace falta que alguien nos comprenda
en medio de nuestro problema, que nos traten con amabilidad para sentirnos
amados. Que nos soporten en ese momento en que estamos molestos, demasiado
tristes o que hemos cometido un gran error, sin darnos la espalda. Nos invita a
mantener lazos de amor y paz, teniendo misericordia los unos con los otros.
Tantas veces, queremos comprensión, amor, tolerancia para nosotros, pero cuando
nos toca a nosotros hacerlo por otros ponemos resistencia.
Entonces, hagamos
caso a este llamado que San Pablo nos hace en esta Palabra. Tú y yo hermano,
podemos comenzar a ser luz en medio de las tinieblas, hemos sido llamados a
vivir guiados por el Espíritu Santo de Dios. Jesús nos dijo: “ámense los unos a
los otros así como yo los he amado” Jn 13, 34. Nadie ha tenido ni tiene mayor amor por nosotros que
nuestro Señor, y nos dice que amemos como él nos ama. Así que seamos, dóciles a
su querer y comencemos a generar una cultura de paz y amor, la que debemos
vivir como cristianos hijos de Dios. Jesús nos dijo: “Yo soy la luz del mundo,
el que me sigue no caminara en tinieblas sino que tendrá luz y vida”. Jn 8, 12
¡Bendito sea Dios! Sigamos a Jesús, seamos hijos de la luz y del amor y
esparzamos ese amor y comprensión que sólo él nos da.
Dios les bendiga.
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